
Salí a caminar un rato, no necesitaba decir nada, me sentí libre, feliz y tranquila, caminé por horas por las calles llenas de luces y de una brisa agradable, seguia sin decir nada. A veces es mejor el silencio cuando no hay nada que decir, asi pasaron los días y seguia sin decir nada.
De pronto, estaba frente a mí una suricata, esos animalitos inquietos que observan todo, aunque no me habia visto bien, me acerqué despacio y la tomé, disfruté un segundo su compañía y salió corriendo sin poder alcanzarla ni saber donde fue... nuevamente no dije nada, pero esta vez tuve ganas de hablar y hablé... en fin...
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